sábado, 20 de junio de 2015

SON LAS FOTOGRAFÍAS DE MIS VIAJES. Tadoussac. Canadá.

En otros post ya os he contado la impresionante sensación que tienes cuando avistas ballenas. La primera vez que las pude ver de cerca y casi tocarlas fue en Canadá. La ruta hasta llegar al pueblo desde el que parten las embarcaciones para el avistamiento es, en sí, una magnífica experiencia.
Los paisajes son tan impresionantes que te parece imposible que los bosques de un lado de la carretera estén frente a los acantilados tan maravillosos del otro lado. En el Mediterráneo estamos acostumbrados a ver playas que distan mucho de los bosques. Ambos están separados por kilómetros de depresiones litorales que van adquiriendo poco a poco la altura de las montañas en las que se albergan esos bosques mediterráneos de pinos. Además, la especulación urbanística no ha dejado ni un solo metro cuadrado sin ocupar, con el consiguiente expolio del medio ambiente.
Pero en Canadá no es así. La playa y el bosque conviven en apenas unos metros y los ferry atraviesan fiordos de altos peñascos plagados de esos bosques tan maravillosos en otoño, en los que los colores verdes se tornan ocres, rojizos y castaños.
La fotografía que hoy comparto es del pueblo de Tadoussac. El impresionante edificio es un hotel que lleva el mismo nombre del pueblo. Una experiencia maravillosa. Lo recuerdo como un lugar de ensueño en el que, mientras te sientas en el césped del jardín, puedes ver a lo lejos las ballenas migrando hacia sus lugares de cria o volviendo de sus rutas por las Aleutianas. 
Ese es uno de los lugares que están en mi agenda de pendientes. Tengo que volver algún día.